Ricardo Gómez de la Roche

Recuperar algo de lo de antes

Sin lugar a dudas el mundo cambió.  Y para los que tenemos más de 30 años prácticamente hemos vivido dos vidas en una.  Una con cero conectividades y la otra hiperconectados. 

Generaciones como las mías recordaremos por años que la calle era nuestro mayor entretenimiento, el balón el gran aliado de largas horas de ocio, un libro el mejor de los compañeros y un televisor con escasos dos o tres canales la mejor compañía. 

Lejos estábamos de pensar que alguna vez el mundo se conectaría por una red, y que esa red manejaría el mundo entero, hoy ya no nos acordamos como era esa vida sin el internet, como era ir a un banco y que la transacción no dependiera de la red, excusa facilista de hoy en día para dar un no rotundo a la hora de prestar cualquier servicio. 

A las actuales generaciones les cuesta mucho creer que la única comunicación que tuvimos durante años era un pesado teléfono puesto en una mesa o en la pared de nuestras casas, esperando que sonara para tener alguna comunicación con el mundo exterior. ¡Ah! Qué tiempos aquellos, en la que la tranquilidad y la intimidad era algo sagrado y salir de nuestra casa o nuestra oficina era la mejor forma de estar verdaderamente desconectado de todo y de todos. 

Pero hoy con la sofisticación de la telefonía móvil todo ha cambiado, nunca puedes estar desconectado porque no es concebible que alguien no tenga su teléfono a la mano y si lo tiene a la mano es casi que una obligación las 24 horas responder y estar disponible para todo el mundo. 

Adiós vacaciones, adiós fines de semana, adiós tiempos familiar, mejor dicho, adiós todo.  En nuestras épocas era inconcebible una llamada telefónica antes de las 8 de la mañana o después de las 8 o 9 de la noche, por no mencionar la desagradable e inoportuna llamada a la hora del almuerzo. 

Pero hoy eso se fue al ¡carajo!, la urbanidad y el respeto que se profesaba en aquellas épocas en la actualidad desapareció.  Todo aquel que tiene en su mano el móvil olvidó estos espacios de respeto e intimidad.  Ya poco o nada importa que sea domingo, festivo, descanso, vacaciones, una calamidad, etc. para llamar.  Cada vez es más común el almuerzo interrumpido, la llamada desde las 6 de la mañana y por qué no, una a las 11 de la noche, ya que cualquier hora es buena. 

Nuestra misión como padres es inculcar de nuevo esas reglas de respeto, pero ahora desde el mundo digital, enseñarles a nuestros hijos que el hecho de tener un móvil en la mano no les da derecho de violar la intimidad de los demás, irrespetar sus espacios y de esa manera podamos recuperar algo de lo de antes. 

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